Las calles no acompañan mis pasos, sin olfato doy vueltas como ciego en pueblo nuevo. Ya en mitad del año me ha cubierto el hielo. Duermo sabiamente reservando las energías que aún me quedan.
He sentido suave olor a jazmín en el aire, pero el humo de mi cigarro lo empaña todo. Me pregunto si recuerdas cuando el cielo era amarillo, las pestañas tenían vida y había miel en las mejillas.
En verano, el viento tibio acelera el arroyo de mis venas, la luz me aclara el cabello y matiza mi piel.
Mi pecho tiene vida propia, o muerte propia, no lo reconozco, mis manos y pies me son ajenos. Mi lengua está amarga y se me descascaran los labios un poco más con cada beso que dan.
Por momentos una gota cae, dejando un delgado hilo que cruza hasta mis pies, cae muy despacito, tarda días y noches, lluvias y soles, todas la lunas, y creo se trata de la última. Desnuda puedo mirarme, ya no siento vergüenza, veo que la soledad es de alguien más, porque a mi me acompaña todo el tiempo la dulzura de mi amor.
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