La
semana pasada en la oficina nos informaron que el lunes 23 llegará nuestra
nueva jefa directa. Una mujer colombiana con mucha experiencia en el área. Mi
primer pensamiento fue: “ojalá sea simpática y no muy negrera, todos los
colombianos que conozco son simpáticos como los que salen en Betty la Fea, además tienen una
cadencia y un modo tan bonito de hablar…”.
Todos
tendemos a usar nuestra imaginación ante de conocer a alguien, pero esta me
parece una linda oportunidad de conocerme más a mi misma.
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Junto
con ello, intentaré no hacer juicios anticipados a su persona, con un típico
“al menos se ve simpática” quiero dejar esta vez a mi observador interno hacer
su papel de niño, que no conoce y todo le asombra. Si bien es difícil dejar de
hacer asociaciones con lo conocido, es un buen ejercicio intentarlo, recordando
siempre que todo lo que veo en los demás
es algo que tengo en mi misma, las personas son espejos de mi forma de ser.
Pondré ojo especialmente si algo me incomoda en ella.
El
otro factor que quiero considerar es una afirmación que propone Louise Hay, en
donde asegura que con frecuencia, tendemos a recrear nuestra forma de
relacionarnos con nuestros padres en el ámbito adulto, ya sea con nuestras
parejas, profesores, o jefes. ¿Se parecerá esta nueva jefa a mi mamá? No lo sé,
esperemos que nazca una relación nueva, creativa, generosa.
Finalmente
me gustaría reconocer en mi nueva jefa a una hermana de la tribu, aunque esto sea parte de mis expectativas, y
bien he aprendido que no hay decepción sin expectativas, prefiero mantener mi
intención en este sentimiento. Si bien el corazón es lo que nos hace ser quien
somos, abriré mi mente y dejaré que las intuiciones femeninas se reconozcan
antes que nuestros fríos nombres civiles y cargos respectivos.
Inlak’ech, Namasté,
Bendiciones
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