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Llegué tarde, estaba solo, es decir, andaba solo. Lo hizo notar, me abrazó fuerte y colgó una frase extra en mi oreja con aliento caliente. La noche pasó larga, canciones, sonidos, roces, humo de cigarro. Afuera sólo una luna gigante caía cuando salimos. Subimos al auto, no quise hablar. La radio tenía canciones que daban la impresión de ser mensajes del inconsciente...Ahora o nunca... sonaba dulce la voz de Ángela Carrasco...me quieres como un niño quiere a su juguete. Lo entendí, pero no quise salvarme. La siguiente canción llegó como borboteo de vino en la garganta; rojo oscuro. Acaríciame... gritaba María Conchita -con ese nombre, seguro sabía disfrutar la vida-.
Llegamos al hotel, entramos a la habitación y tuvo que volver al auto a buscar su teléfono, por si llamaba "ella". Mientras, me quedé sentada en el borde de la cama, sin moverme, miraba fijamente la alfombra de peluche rojo.
Volvió y me tomó por la espalda, desabotonó mi abrigo y me señaló la alfombra. Me desvestí a medias mientras él apagaba la luz. La habitación quedó apenas alumbrada por una pequeña lámpara de acrílico rojo. Terminó de desvestirme, y me dejó boca abajo, cruzó mi espalda con lentos lamidos. Ya estoy aquí -pensé-, metida hasta el cuello. No queda otra, basta de remordimientos, no puedo pensar ahora en su novia ni en mi dignidad.
Me volteó y despacio mordió mis senos, con calma bajó hasta el pubis, separó mis piernas y mojó mi clítoris con un largo beso. Quiere volverme loca -pensé-. Hicimos el amor por horas. Me fue a dejar.
Con razón Oscar Wilde insistía en que se puede resistir todo, menos la tentación.
interesante y que sabio Wilde
ResponderEliminarLa tentación para que sea completa no tiene que tener culpa…
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